Cuando elegí la vida de ‘digital nomad’ o nómada digital, sabía que aparte de todo lo bueno de viajar, explorar, vivir y ser libre, había también cosas no tan buenas ya que, aunque siempre tengo la suerte de encontrar a otros nómadas, implica estar lejos. Lo que nunca pensé que ocurriría durante uno de mis viajes fue: pasar la cuarentena del siglo ahí, sola. Así que voy a contarles:
– ¿Dónde estaba?
– ¿Cómo me afectó personalmente?
– ¿Cómo afectó a mi negocio?
– ¿Cómo afectó a mis proyectos?
– ¿A dónde me mudé en plena cuarentena?
¿Dónde estaba?
El 2 de febrero de 2020 llegué a Las Palmas de Gran Canaria, donde ya había estado un mes en octubre 2019 y me enamoré del lugar. Dije: “pasa Navidad y Año Nuevo y me vengo lo antes posible.”
Había tenido ya un mes y algo súper bueno, trabajando, descansando y disfrutando de los Carnavales, que son súper famosos en Canarias. Entonces durante esos días entre el 13 y 14 de marzo, los días cruciales de la declaración del Estado de emergencia por COVID-19 estaba yo allí, en mi viaje sola.
Gran Canaria está al lado del desierto del Sahara, o sea África, o sea del letrero de ‘Nuevo mundo’ a la izquierda’, pertenece a España pero no geográficamente. En ese momento compartía apartamento.

¿Cómo me afectó personalmente?
Ya desde los Carnavales yo pensaba: «uy, ¿y si está el virus por aquí?». Cuando impusieron el confinamiento al principio me lo tomé relajada porque el tema de estar encerrada en casa es prácticamente mi vida desde que empecé a trabajar por internet, entonces pensé: ‘okay, tranqui, no hay problema’.
Pero durante la primera semana con las noticias, tragedias y toda la información pensé que no había manera de pasar todo esto lejos, sola y con gente que no era cercana a mí. Entonces lo decidí: “me regreso a Valencia y estoy con mi familia, pago lo que sea”. Fui corriendo a ver vuelos y sorpresa: no había nada, la ruta había desaparecido del mapa, las aerolíneas anularon esos vuelos y ahí estaba yo, en una isla al lado de África a miles de kilómetros, solo podía volver nadando.
Fue una situación muy difícil que con los días fui aceptando y con la que tuve que aprender a vivir, fue durísimo, mi ansiedad hacía que me imaginara todo lo malo: qué pasa si me contagio, si me muero aquí, si a mi familia le pasa algo y no puedo volver y verlos, olvídense, los peores pensamientos.
Felizmente me quedaba algo positivo dentro de toda la soledad, miedo y tristeza que sentía: mi trabajo, mis queridos estudiantes que sin saberlo fueron mi soporte. Me acuerdo de que la primera semana solo lloraba pero para dar las clases tenía que parar el llanto y ponerme en mood ‘pilas’, y pensaba: “okay, cuando acabe esta clase sigo llorando», y lo deseaba. Poco a poco con ayuda de mi familia pude superar el llanto esa semana porque sino me iba a dar algo antes que el virus, amigos también me ayudaron mucho.
Mi vida se convirtió en: trabajar, es decir, dar clases de español por internet (que ya lo hacía desde hacía un año) y hablar con mi familia todos los días, o todos juntos, o de 2 en 2, en el desayuno o en la cena o en la tarde, o en la noche, a cualquier hora, mamá, papá, hermanos, abuela.
Ah, a veces iba al supermercado, claro, era el peor día de la semana (jaja, traumada, no quería ni tener contacto visual con la gente).

Sobre los chicos con los que vivía, eran súper buena gente pero no éramos amigos y no se creó ningún vínculo, aunque al menos sentía que no estaba sola si me pasaba algo, sentía un soporte, pero para el resto sí estaba sola.
¿Cómo afectó a mi negocio?
Nunca pensé que hacía unos meses atrás a esa situación, yo había tomado una decisión que me prepararía para estar lista para la pandemia: trabajar online me cambió la vida definitivamente. Yo ya estaba lista para enfrentar el mundo nuevo, no tenía que hacer ningún cambio, ni improvisar, ni aprender nada, estaba ‘ready’.
Al comienzo dije: bueno es el momento de conseguir más clientes, no me venían mal. Así que comencé a crear contenido y a ver unas opciones de campañas con mi amiga Janine, una genia en Copywriting, que me ayuda muchísimo con sus ideas.
Durante las primeras dos semanas de confinamiento el trabajo seguía normal, me contactaron varias personas que pidieron información y la sesión gratis de 30min para conocernos, pero sin mayor cambio.
A partir de la tercera semana algo alucinante pasó: estudiantes antiguos volvieron, amigos de alumnos se inscribieron (el boca a boca es todo) y los que me habían solicitado información confirmaron que se meterían al programa. Yo les dije que sí a todos, yo estaba feliz, feliz porque los alumnos antiguos que habían vuelto me hicieron ver que se no se habían ido por otra opción sino por falta de tiempo, feliz de que mis estudiantes me hayan recomendado y feliz de haber captado a nuevos con contenido pasado.
Al principio me moví en automático y no cuantifiqué mi nueva carga laboral, de pronto a mediados de Abril me di cuenta de que había pasado algo alucinante: había duplicado las horas, e inclusive: ya no tenía disponibilidad para nadie, nadie. No lo podía creer, mis campañas se quedaron en stand-by porque ya no podía aceptar a nadie y ni siquiera pude desarrollar más contenido, solo dar clases. Fue algo locazo, deseaba tanto llegar a ese nivel de carga laboral pero nunca pensé que iba a pasar de la noche a la mañana, algo positivo dentro de toda la tragedia.
¿Cómo afectó a mis proyectos?
Ya que no salíamos a nada me visitó el famoso amigo-enemigo del: “Tienes que aprovechar este momento y ser productiva”, “es tu momento para agrandar la comunidad de español”, “es el momento de escribir en el blog, ahora o nunca”, “es el momento de crear”, “es el momento de hacer todo lo pendiente”.
Durante un par de semanas estuve machacándome y sintiéndome mal con el: “no estás haciendo nada, no estás aprovechando nada, se te pasan los días”. Pero en realidad trabajaba tanto que no me quedaba energía alguna, solo usaba el poco tiempo libre para desconectar completamente y quería sentir que no tenía ninguna otra obligación, y claro en ese tiempo libre también tenía que batallar contra lo inevitable: el hecho de estar sola, que por más de que lo controlaba y me distraía trabajando, era una lucha diaria levantarme y continuar.
Así que para dejar de sentirme mal con el aprovechar en hacer mil cosas, lo decidí: “no voy a hacer nada más, solo voy a trabajar y darle espacio a mi salud mental”. Me olvidé del contenido, de la comunidad, del blog y de crear 6 negocios más (y olvídense porque no hice yoga, ni meditación, ni ejercicios y ni medio postre).
¿A dónde me mudé en plena cuarentena?
Bueno, mientras toda la explosión de mi negocio pasaba, yo seguía compartiendo apartamento y cada vez me sentía menos cómoda, era un lugar sin balcón, necesitaba aire y comencé a tener la necesidad de estar sola, no tuve conflictos ni nada pero el hecho de estar en el mismo lugar las 24 horas por ya casi mes y medio con las mismas personas fue raro y todo un desafío para mí, una cuarentena era el momento menos indicado para compartir.

Así que en la mitad de la cuarentena decidí mudarme en un lugar para mí sola. Por suerte, gracias a un gran amigo conseguí un estudio espectacular con balcón y vista al mar (del que ya mostré algunas fotos en el post anterior). Fue algo maravilloso, fue increíble cambiar de aires y sobre todo ver naturaleza de nuevo, tener el mar entero todo el día después de tanto tiempo entre paredes. Pasé allí mayo y junio, que fueron mis últimos dos meses en Las Palmas, vivir frente al mar fue una experiencia increíble.
La vuelta y el resto del 2020
Después de 3 vuelos cancelados, 5 meses en total en Canarias, con miles de anécdotas incluyendo una inundación en plena clase (en el nuevo depa, lavadora del demonio) y un susto con el celu/móvil por lo que perdí todas mis fotos del último año (por eso uso las de los stories de Instagram), bueno después de todo eso por fin pude volver a Valencia el 3 de julio, y para ser sincera al final ya me había acostumbrado tanto a estar en Las Palmas, ya era mi hogar casi medio año ahí, que sentía que no necesitaba ir a Valencia. Pero tenía que volver, es mi base y no concibo pasar una posible segunda cuarentena sola de nuevo. Así que aquí estoy ahora, recordando todo mi tormento con gracia, quién lo iba a decir.

¿Cosas de nómada digital? Me imagino que todo es parte de arriesgarse y tomar el camino menos fácil, pero bueno se les pasó la mano con la lección (jaja), todo bien aprendido eso sí. La sorpresa de ver cómo todo lo que empecé a crear en agosto del 2017 estaba funcionando tal y como lo había soñado fue muy gratificante. Pero sin creérmela mucho, porque uno nunca sabe, así que seguiré creando cosas nuevas para no bajar la valla y seguiré reinventándome cuantas veces sea necesario.
Así que gente, digitalicémonos. No tengan miedo de poner en marcha esa idea que tienen, ¡con constancia llegará el momento exacto que hará que explote y funcionará tal como lo esperan! Recuerden que Roma no se hizo en un día.
Y a ti ¿qué te ha hecho aprender la cuarentena?
(¡Gracias por leer! Si te gustó o tienes una pregunta, déjame un comentario ¡se viene más!)